martes, 19 de agosto de 2008

La casa.

Brisa abrió la puerta y sin dar más pasos pudo divisar a Bruno entre bocanadas de un cigarrillo ya apagado. Sus ojos se veían igual que ayer.
Entró a la pieza casi arrastrando el alma, dejó caer sus huesos sobre el sofá y sonrió.
Brisa se sumerge en la estática y le sonríe igual. Hay algo que los delata y es justamente la ausencia que lo hace.
Imágenes van recorriendo los dedos de Bruno sin poder evitar cerrar los ojos y fundirse a ellas. Como si todo realmente existiera, no se pregunta el por qué.
El espacio entre los dos es relativo al tiempo que ha pasado desde aquella última vez. Desde el final certero que acordaron olvidar. Desde el inicio que aún no empieza.

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